miércoles, 24 de octubre de 2012

¿Por qué somos como somos?



¿Por qué somos como somos?  Esta es la pregunta que debería responder la Historia. El problema no es la Historia, es que el chileno no se hace la pregunta. 
Harto aprendería y se beneficiaría el chileno si dejase lo obtuso de su pensamiento.  En el mundo globalizado en necesario  renovar las fuerzas para  mantener una identidad nacional, y en el caso del chileno pareciera que esta empecinado por desaparecer como realidad histórica.
Incluso aquellos que enarbolan la bandera del nacionalismo optan por hacer una militancia por un hispanismo que no nos diferenciaría de cualquier otro pueblo de Hispanoamérica, si es que no de España misma. Yo insisto en lo mismo de siempre: del español sacamos el orden y del mapuche la esencia. En el chileno hay características que no son típicas de un pueblo mediterráneo y que si lo son en el mapuche. El mapuche al igual que el chileno, es un pueblo lacónico, admirador del orador preciso y certero.  No aprecia al orador histriónico y del discurso adornado, a esto él es  escéptico y lo desprecia por impreciso. ¿Cuantos presidentes de características populistas ha tenido Chile?  En comparación con nuestros vecinos los discursos demagógicos no inflan los pechos chilenos, somos escépticos respectos a las promesas y utopías de los políticos, siempre lo hemos sido. Somos austeros y prácticos, no carecemos de arte, pero suele ser un arte utilitario ¿conocen los muebles mapuches? no se trataban más que troncos algo labrados, tejidos sencillos pero abrigadores. El arte mapuche tiene su propia estética ruda y áspera como las montañas. Aprendamos esto: el mapuche vive desde la naturaleza ¿que más necesita?   Como el mapuche, el chileno es poeta  antes que arquitecto o escultor. El mayor arte para el mapuche   es con  el que se argamasa  la sociedad: el lenguaje. Esto es observado por los cronistas. ¿No  fue Galvarino el primer artista mapuche mencionado y celebrado por un español? Fue  su maestría con la palabra con que logro convencer a sus compañeros de atacar a los españoles, con lo que ahora es la proverbial “arenga de Galvarino”.   
Ya son 100 años desde que  Francisco Encina y Nicolás  Palacios, ambos nacionalistas anotaban nuestras cualidades y defectos que hace 100 años  nos caracterizaba (y aún sigue asiéndolo). Ninguno de ellos creía que se podía negar la influencia mapuche. Ahí estaba,  ella incidía en nuestro actuar.
Las tendencias y las modas han sido el peor de los males en lo que respecta al buen gusto en el arte chileno, y justamente porque nos aventuramos en esferas que nos son propias, ¡ conocemos tan poco!     ¿Qué más discordante que los palacetes neoclásicos construido  al lado de los barriales santiaguinos durante los tiempos de bonanza del salitre? En un momento quisieron hacer del Mapocho un rio navegable. ¿Desconocemos que es el “ridículo”? El ridículo no es más que los intentos de  desnaturalizar, y es eso que caracterizan a nuestros oligarcas,  no  entienden la naturaleza de la  Nación como tampoco  la Geografía. Jamás será el Mapocho un Rin como tampoco seremos los “ingleses de Sudamérica”. El chileno paso por tres típicas viviendas: 1- la ruka mapuche 2- la barraca donde nacieron los mestizos de la soldadesca 3- las casas de adobe del campo chileno.  Eso seria, no hay más. Es imposible construir  monumentos en Chile. Cualquier cosa que podamos construir  se verá reducido a lo microscópico si las comparamos con la cordillera o con el océano.  ¡Pues bien de que se sorprenden que los mapuches no tengan edificaciones cuando la naturaleza les proporciono todo lo que necesitaban y ellos estaban atentos a las maravillas de la Tierra!
¿Alguien ignora que el conocimiento histórico se ha dejado como ciencia de tercer  nivel ante el pragmatismo de la sociedad chilena?, el credo de la sociedad chilena actual dice: “si no te da plata no es útil y si no es útil no tiene motivo de ser”. Así  nuestra Historia, lo que tuvo que ser la base de nuestra identidad ha sido relegada, ha terminado  por ser considerado como un peso que debe soportar los alumnos, un mal innecesario, una cuestión retrograda  para al final  ser desechada   para siempre cuando los jóvenes pasen  al “mercado laboral”.  Podemos decir que esto es raro? ¿nos debería impresionar la apatía de los jóvenes con su identidad e historia nacional  cuando la enseñanza de la historia se centra, no en ellos, si no en Europa y no da explicaciones al origen de la Nación chilena? ¿Miento, me engaño? pues revisemos cuanto se habla de Roma y Grecia, en la mal llamada “historia universal”, y cuanto se omite de los mapuches, de los picunches, la raza de las primeras madres chilenas. Que vinculo puede tener el chileno  con  la historia si esta no incluye una etnogenesis (“origen, nacimiento de la nación”) ¿Nos maravillamos con los mapuche? ¿pero no con el chileno  que debería ser considerado descendiente de ellos, por lo menos, por la mitad de su sangre? ¿De donde creen que viene los morenos,  a los que por cariño tratamos de “negro” e “indio”? a estos, que son mayoría, les negamos tener historia. Ni tampoco merece asombro que haya mapuche que no se consideren chileno si  omitimos en la enseñanza  los nexos de donde nacemos. Ahora propiciamos la “nación  multicultural”, o sea  lo que nos es propio o ajeno importa lo mismo: las culturas reducidas al mínimo, al  producto exportable  de una  sociedad sin tradiciones, sin historia, sin lealtad hacia sí misma.

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