"...solo en medio del potrero, agarrado al suelo con profundas raíces, estaba el viejo espino secular, arisco y fiero; empecinado en no soltar aquella tierra que es suya, que lo vió nacer y que ama entrañablemente Asemejase a un anciano irritado, de complexión recia y temple heroico, de cabeza hirsuta y seño sombrío, que mira de través, con las crenchas a la diabla, sin que los mas fuertes temporales lo dobleguen mira con odio y de soslayo a los demás árboles que no son originarios del Chile, a quienes considera como extranjeros intrusos que han venido a usurparle sus campos. No puede comprender que los hijos del país como el quillay, el lingüe, el maitén, la luma, el peumo, el boldo, el avellano, que dan sombra, que dan leña, que dan frutos, que tienen presencia, hayan sido suplantados por esos intrusos que sólo tienen follaje ornamental como los cipreses y eucaliptos Él no tiene una figura aventajada, ni presume de bonito pero no se compara con el sauce afeminado ni con el álamo emperifollado Es el señor del Mapocho, como el roble, su vecino, es el araucano señor del Bío-bío En su nudoso y firme leño las hachas se mellan da brasas que llevan calor por muchas horas curtido por el viento endurecido en lucha porfiada por agarrarse al suelo y conservar su dominio. Hay algo en la naturaleza íntima de este soberbio ejemplar de nuestra flora, que me hace pensar en ese otro ejemplar altivo de nuestro pueblo: el roto. Creo que ambos encarnan el alma de la nación."
Hogar chileno de Senén Palacios
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