domingo, 9 de septiembre de 2012

"EL INDIO NO ESTA FUERA NUESTRO: LO COMIMOS Y LO LLEVAMOS DENTRO"



EL INDIO NO ESTA FUERA NUESTRO: LO COMIMOS Y LO LLEVAMOS DENTRO.
Gabriela Mistral en Pensando a Chile

Devoramos al indio. En la guerra, el mapuche sacrificaba y devoraba  el corazón del enemigo insigne, no a los cobardes ni a los infames, a los insignes y a los valientes, de ellos el quería incorporar su valor. El español cometía  actos de antropofagia, la diferencia es que era cultural y racial. No es que el indio desaparezca, todo lo contrario, el indio aún permanece y se han multiplicado dentro de sus depredadores. Para superar las trabas, los traumas, la negación  racial del mestizo,  de todos los hombre y mujeres de rasgos morenos, pasa por la aceptación de  que la violencia, de manera paradójica, fue un acto fértil, que la Guerra de Arauco, y previa a ella con el sometimiento forzoso  del picunche  fue en definitiva la simiente. ¿Qué podemos si no aceptar este hecho? Que provechoso hay en seguir  creyéndonos españoles  trasplantados, degradados sin asumir un camino propio. En el mismo extremo cae en que considera todo lo "wingka" como perverso y lamentarse melancólicamente de lo perdido y  lo devastado ¿que sociedad se levanta construyendo  usando como base la pena y la rabia?  Ni el invasor puede escapar del invadido, ni el invadido del invasor,  cuando ya, por cientos de años han mezclado su sangre. El purismo racial es un aborto, la negación de una concepción: el chileno, el mestizo, ya lleva cientos de años existiendo aun cuando se ha le negado conocer al "otro" , al indio, al mapuche, que no tanto “otro” porque es su madre,  es su padre, y es, al menos una parte, el mismo.  ¿Qué hacer entonces? Pues aprender historia, aprender cultura,  aprender  el conocimiento  ancestral que tiene nuestra gente, que es herencia, es patrimonio. Aprender de NUESTRA  TIERRA (mapu) y no de las academias, no de las universidades ni de la ciencia. Ellas nos han inoculado conocimientos durante demasiado tiempo y ya hemos tomado de ella lo servible, ahora es tiempo de ver al padre y a la madre que por tanto tiempo hemos ignorado. En estos tiempos donde la Tierra está sufriendo el daño acumulada de por lo menos 200 años de explotación, de un delirio salvaje, del  antropocentrismo extremista, es tiempo que el chileno vuelva a la Madre (ñuke mapu) y las tradiciones de la madre que es el ad-mapu. El chileno debe volver a ser mapuche,  una integración a la inversa de la asimilación que se propuso. Por una parte tenemos el derecho de la sangre, de la herencia racial, y por otro, la herencia territorial, el de ocupar el espacio vital en que creció la cultura mapuche. ¿Pues qué nos queda más que unir las aguas que han surgido de la misma fuente?  ¿Qué más que reconciliar a los hermanos separados?  

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